domingo, diciembre 03, 2006

SUS PECHOS




Desde adolescente, los pechos de las mujeres me parecieron pasteles irreales. Cambian tanto de forma, de color y textura, aparecen firmes o desmayados, de nata o chocolate, uno podría pasarse horas mirándolos. Luego, cuando te entregas al amor, las posibilidades son tantas que no las aprovechas, te desborda su materialidad. Porque los pechos son ante todo espirituales.

Pero a mí me ocurre algo extraño con sus tetas. Tengo un ardiente deseo de que las acaricie otro delante mío. Cuando toco sus senos, me siento pleno pero enseguida me llena el deseo sexual y pierdo esa sutileza. Pero en cambio, la vez en que un amigo mío la acarició delante mío fue un éxtasis, un culmen ininterrumpido, como si sintiese un orgasmo de veinte minutos.

Me costó lograrlo, provocándolo. Y mucho más difícil fue conseguir que ella se quitase la camisa y se dejase tocar. Su piel blanca se hundía entre los dedos pequeños y morenos de él. Le presionaba dulcemente las aureolas rosáceas de sus pezones, y todos sus pechos cambiaban de forma a expensas de sus caricias.

"Es verdad, tiene los pechos más dulces que he tocado nunca", decía mi amigo empalmado.
Ella miraba hacia otro lado, avergonzada. Pero con excitación.

Y yo estaba a punto de explotar.

1 comentario:

Cristián Kristian . dijo...

Voyeur realmente.
El cineasta por excelencia