viernes, noviembre 10, 2006

CUANDO ELLA SE DESNUDA

Cuando vivíamos en un sexto piso, ella tenía un admirador secreto. Yo sorprendí dos mensajes en el contestador automático. Era un chico muy joven, que casi tartamudeaba. Empezaba diciendo: "Hola, verás... conozco una mujer... conozco una mujer (aquí se quedaba callado y me lo imaginaba colorado como un tomate)... conozco una mujer, para... hacer el amor". Y cuando lo dijo se quedaba descansado, como si suspirara. "Gracias, soy Sa... soy Juan".

¿Quién era ese Sa... disfrazado en Juan?

Aquella historia me excitó hasta el paroxismo. Porque me parecía perfecto que un chico joven y tímido pudiera disfrutar de su cuerpo, entrar en sus secretos. Le mostré el mensaje a ella y no le dio importancia. "Bah, se habrán equivocado".

Yo empecé a investigar como un poseso. Hasta que una tarde encontré en la calle, justo en la esquina desde la que se veía el tercer piso, a un joven andaluz que había trabajado en las obras de la escalera. Como si espiara. Y se puso muy nervioso al verme.

"¡Es él!", me dije con una súbita erección.

No le dije nada. Pero dos días después volvía a estar allí.

Esta vez sí que me dirigí a él y le dije: "Ven mañana a las 6 y la verás desnuda".
El balbuceó algo ininteligible y se fue corriendo.

Y aquella tarde a las seis, con la excusa de probarle un vestido antiguo, la llevé a la ventana. "Para ver mejor la luz", le dije.

"Pero me verán todos desde la calle", protestó.

"Si no hay nadie en la calle..." disimulé.

Al final la convencí. Se sacó la camiseta, el sujetador, luego el pantalón...

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