Un amigo mío siempre repetía: "No hay nada más juguetón que una polla. Qué diferencia con las mujeres". Pero, la verdad, creo que los conceptos sobre el sexo erecto varían mucho de un género a otro. Lo que a los hombres les parece una especie de estandarte, para llevar bien alto, meterlo y mover bruscamente como un tosco polichinela, a las mujeres parece inspirarles una muda fascinación. Son mucho más sutiles, lentas y progresivas cuando se trata de jugar con tu verga. Van lentamente, hacen juegos de segundo sentido.
Siempre recordaré aquella novia que se dedicaba a untármela con miel. Y luego, lentamente, la iba sorbiendo con la lengua y la boca. "De paso me automedico", me decía con la boca llena.
Era una sensación extraña.
Llevar un caramelote en el bajo vientre.
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