viernes, mayo 26, 2006

CONFIDENCIAS

Una de las evidencias que me sorprendió fue la de otros adoradores del cuerpo femenino. Sin ir más lejos, emepcé a recibir mensajes de un hombre que se identificaba con la historia. Me escribía al mail y contaba su romance con una mujer, a la que añoraba totalmente porque se separaron. "Las musas hablan por ellas", repetía. Lo que más me impresionó era que, a pesar del anonimato y de lo escabroso de la situación, en todo momento mostró un respeto absoluto. Hablaba con total veneración de las fotos de mi mujer que yo colgaba. Sus comentarios, que podrían haber sido procaces o groseros, tenían un estremecimiento de pasión desperada que llegaba al alma. Entonces comprendí, gracias a aquellas confidencias, que lo que me estaba ocurriendo no era algo aislado. Que yo no era un caso raro.

Lo que ocurre es que había tocado un estrato profundo de la mente, donde algunas fuerzas se manifiestan con la espiral del eros y el deseo. Aquellas confidencias me dieron mucho que pensar.

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