sábado, abril 29, 2006

MI DONOUSSA

Con el tiempo he descubierto algo revolucionario. El amor platónico es el real. Sí, tal como suena. Y además, el más erótico. En mi juventud era muy infantil y tardé un tiempo exagerado en entrar dentro de las pautas del sexo. Cuando mis amigos ya perseguían a las chicas para intentar morrearlas, yo todavía soñaba con un amor platónico y no tenía ni idea de cómo funcionaba el sexo.

Los de la clase se reían de mí. Y en realidad las primeras pulsiones sexuales surgieron del ambiente masculino, con los juegos de sacársela a uno de la clase o tocarle los huevos por detrás. Las chicas eran algo extraterrestre y no me excitaban. En cambio hallaba algo turbador en aquel homosexualismo larvario de los recreos. Aunque nunca me atreví a participar en él.

Puede que todo ello creara una mezcla de irrealismo. Pero el hecho es que mi primer amor fue totalmente imaginario.

En mi adolescencia me inventé una historia que se llamaba "Mi Donoussa". Es el nombre de una isla griega cercana a Naxos, que encontré en una enciclopedia. Me sirvió como escenario para imaginar que estaba allí con una chica. Solos en una isla desierta.
Había visto a una artista de cine en una revista. Luego soñé con ella. Me enamoré platónicamente. Tenía aquella foto muy guardada. La miraba una y otra vez, y me la sabía de memoria. Aquellos ojos, la sonrisa amplia, los hoyuelos. Juntos descubríamos el amor lentamente, dentro de una tienda de campaña.

Cada noche, cuando mi familia se iba a dormir, me encerraba en un cuarto para escribir. Capítulo a capítulo la iba desnudando, la acariciaba. Todo era muy primario e inocente. Pero he de confesar que tuve mi primera eyaculación después de haber escrito el capítulo en que le acariciaba los pechos.

Me metí en la cama. Empecé a apretarme contra el colchón con un deseo que nunca había experimentado. Y de repente me corrí. Sentí una mezcla de turbación y plenitud. Recuerdo que cogí el semen con los dedos, preguntándome qué hacer con aquello. Lo restregué en la madera de la cama, donde quedó, plástico y reseco, como una placa perenne en recuerdo de mi entrada en el mundo adulto. Realmente no sabía nada de la vida. Pero aquella imaginación de la isla fue la llave a mi mundo erótico.

1 comentario:

Cristián Kristian . dijo...

Vaya..tuve también una mada platónica en mi niñez, se llamaba Candy y era un personaje del manga japonés..estaba tan enamorado jajaja..al parecer no era el único con esas ideas