martes, diciembre 25, 2012

LA TERAPEUTA

Como ya dije en una entrada anterior, hace ya tiempo, tuve una dolencia que me dejó inmovilizado durante una temporada. No podía escribir, ni casi moverme, ni por supuesto follar. Así que estaba de lo más calentito.

 Venía una terapeuta a casa, que me daba unos masajes bastante buenos. Pero dolorosos. Aunque cuando acababa me sentía mucho mejor. Un día me visitó una amiga. Es una chica judía. Bastante joven. Tiene el pelo muy largo, la nariz larga y esos labios carnosos y estirados que parecen salidos de una pintura del Antiguo Testamento. Es compañera del trabajo, ya que es la secretaria del departamento.

Siempre fue muy amable conmigo, y a mí me gustaba. Pero no creía que yo pudiera atraerla en absoluto. Mucho menos con aquella pinta, tan dolorido e inmovilizado. Pero aquel día ella estaba muy tierna. Y al final, casi sin darme cuenta, nos besamos. Me sentí un poco mal, porque me parecía muy joven y formal. Y me dije: "Quizás se figure que me he propasado. Y luego tendré que vrerla cada día".

Así que intenté despistar hablándole de la terapeuta y de lo bien que me dejaba. Ella me miró con esas miradas oblicuas que a veces ponen las mujeres. Y que dan miedo. Los ojos entrecerrados, el labio inferior mordido por el inferior. Y me dijo: "A ver si te hace esto la terapeuta".

 Me hizo poner de espaldas y me bajó los pantalones del todo. Me quedé con el culo al aire. Algo avergonzado, la verdad. Pero ella empezó a darme besos por la columna vertebral, metía la lengua en cada vértebra. Y me producia una sensación mezclada de excitación, alivio y placer. Pero es que además ella iba bajando. De la espalda hasta el culo. Yo la verdad es que no estaba preparado para ello.

Porque ella empezó a darme besitos en las nalgas, por la parte de afuera, hasta que empezó a recorrer con la lengua la comisura que las separa. Aquello me dio un placer indescriptible. Lo mejor llegó cuando me abrió ligeramente los glúteos y metió la nariz profundamente, para lamerme una y otra vez el orificio, haciendo círculos concéntricos. Insistiendo a veces con la lengua en el propio agujero.

Grité de auténtico placer, fuera de mí. No sabía ni dónde estaba ni quién era. Sentía como si fuese atropellado por veinte mil diligencias de placer. Totalmente excitada, porque respiraba entrecortadamente, me dio la vuelta.

Y empezó a darme profundas chupadas hasta que me corrí en su boca. Mientras ella, lo percibía por el ruido, deglutía una y otra vez mis líquidos como si fuesen una horchata.

Cuando acabó, la miré con los ojos desorbitados, los brazos extendidos. En éxtasis. "¿Qué te parece esta terapeuta?", me dijo con un hilo de voz mientras se secaba los labios.







4 comentarios:

belkis dijo...

Una terapeuta genial, sin lugar a dudas.
Ante el dolor, no cabe duda de que el placer lo mitiga considerablemente.
El placer, el sexo, debería ser a veces incluso por prescripción facultativa jajajaja.
Saludos (Me alegra leerte de nuevo).

Cristina dijo...

Qué bien que hayas vuelto!!!!

Susurros dijo...

Guau, yo quiero un terapeuta asi

Besosss

Unknown dijo...

No pude evitar reirme cuando dijiste "me dejo con el culo en el aire" jeje! sin duda una buena experiencia, se que esa clase de experiencias hacen ver la vida con mas color ¿o no? Por lo menos a mi, esa clase de cosas inesperadas, me resultan como golpes de martillo dentro del pecho. Sin duda sensacional.

Te invito a ver mi blog:

http://boudoirdenichons.blogspot.mx