lunes, enero 04, 2010

LA INDIA DE CHATO'S LAND


¿Cómo se forman las imágenes primordiales del sexo? ¿Son adquiridas o heredadas? ¿Las llevamos dentro, en nuestros genes? ¿O bien se encienden como la hojarasca cuando prende una chispa?

 No soy quién para responder a esta cuestión general. Pero puedo contar mi historia. En mi caso, hubo unas cuantas imágenes que despertaron el dragón oscuro. Y que todavía hoy me perturban y asaltan.

Lo acabo de comprender después de ver la película "Chato el apache".

 Yo era muy joven en 1972, cuando se estrenó este film rodado en Almería con Charles Bronson como indio vengador. Era su primer papel en este rol, que tanto se repetiría después. Intervenían también Jack Palance como un viejo militar sudista y Richard Basehart. El director era Michael Winner.

 La peli no es muy buena. Cuenta la historia de un apache solitario que vive en el desierto de Nuevo Méjico. Un día, mata en defensa propia del sheriff de Arillo. Se forma una expedición para cazarlo. Y él, finalmente, los matará a todos amparándose en esa tierra desértica que tan bien conoce.

 La escena que me impactó sucedía al principio. Los hombres del grupo llegan a la casa del indio y encuentran a su mujer moliendo grano. Entre grandes gritos la cogen y la sacan en volandas fuera. "Mira qué caramelito he encontrado".

 Y allí, en medio de la tierra, le arrancan la ropa entre cuatro o cinco. La mujer (seguramente una extra española) grita y se revuelve. Se me quedó grabada la imagen de la tela rompiéndose y sus pechos balanceándose, temblando como frutas, y la falda arrancada dejando el vientre y las piernas al aire.

 En la versión que vi la escena estaba censurada. Se veía cómo la llevaban adentro de la casa y luego se escuchaba un grito largo de la mujer. Yo, todavía muy ingenuo, no entendía ese grito único. ¿Qué le hacían para que sólo gritase una vez?

 Los jefes de la expedición hablan entre ellos. Uno dice al militar sudista: "¿Lo paras tú o lo paro yo?" Palance, mirando al suelo, contesta: "Esto no es el ejército. No se puede quitar la presa a los coyotes".

 En la versión original, la que proyectaron en la tele, se ve como la levantan desnuda, con la espalda y el culo al aire y la llevan adentro. Luego, después de una fugaz y extraña violación, la sacan desnuda y la atan a un poste.

  Esa violencia sexual, incomprensible para mí en aquel momento y más en aquellos términos, me tocó profundamente. Desde entonces asocié el sexo con ese arrancar las telas, esos pechos palpitantes, esa lucha, ese llevar a la presa a un lugar oscuro, ese grito de agonía.

 Hoy lo sé todo. Pero es igual. Me sigue conturbando. Y cuando he visto de nuevo la escena, me ha excitado hasta el paroxismo y me ha hecho comprender muchos de mis fantasmas y mis fetiches.

3 comentarios:

Marta dijo...

Yo creo que se encienden... despues de años con varias parejas, pensaba que el sexo no era mi prioridad.
Ahora sola, sin pareja estable, estoy descubriendo un sexo que se ha vuelto mi prioridad mas absoluta... he descubierto un placer desconocido antes...
Y tu blog me ha ayudado a conectar experiencias y sensaciones extrañas... me estas ayudando a entender...

Chica Mala dijo...

Quizá lo que nos lleva muchas veces al sexo es lo que tiene de oculto o de oscuro, como esa escena que no se ve.Eso que el sexo tiene implícito de salvaje o de misterioso, como si fuera algo que tenemos que revelar, o que nos turba admitir. El hecho de estar a las puertas de esa revelación es tremendamente excitante.

vincha dijo...

"algo que tenemos que revelar... dice la niña mala.
"ese arrancar telas, esos pechos palpitantes... dice el blogger,
" conectar experiencias extrañas..Marta.

Vuelvo a la mujeres crucificadas de marzo/abril de 2009.
Todo está en esa imagen, en cuaquier imagen de una mujer en cruz, de telas arrancadas, como una revelación, en una experiencia extraña de simbolos sagrados, rasgados, revelados, abiertos en cruz